martes, 11 de septiembre de 2012

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Llegaron agarrados uno al otro. Atrás quedaban horas y meses, metros y kilómetros. El día que se encontraron, uno llevaba ya muchos caminos recorridos. Pasó de sentirse solo aunque acompañado a acompañado y parte de algo. Sólo una vez se separaron, pero ninguno quiso recordar mucho ese pequeño lapsus de tiempo, un ligero resbalón en un viaje que comenzó de casualidad y que poco a poco fue escribiéndose con muchas historias casuales.

Nunca hubo discrepancias sobre qué dirección tomar. Eran empujados por una fuerza mayor, una bola de nieve que por inercia caía a lo largo de la pendiente sin fijarse mucho qué arrastraba mientras se hacía cada vez más grande y pesada. No tomar decisiones facilitaba el pasar del tiempo, fuesen a donde fuesen.

Pero el tiempo avanza y los finales llegan, toda travesía tiene estaciones. Unas sólo de paso, en las que jamás se detuvieron. Otras con paradas, pequeños respiros donde coger fuerzas hasta la siguiente. Aunque sin duda alguna, ellos siempre recordarán aquella en la que por megafonía les informaron de algo que únicamente comprendieron en el momento en el que un revisor se acercó a ellos y, con mucho esfuerzo, separó al vagón 2-324 del 2-121.

Fin de El Viaje, no fin de trayecto.

Ender


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