domingo, 27 de mayo de 2012

Último en la carrera hacia la felicidad (I)

Mira a su al rededor, y observa las aristas del cubo que le tiene aislado. Entró sin querer, tras unas duras palabras que aunque las entendía actuaron como un misil teledirigido hacia su músculo central. Su corazón había estado demasiado tiempo en un estado de bienestar sólo salpicado por sustos de milisegundos de duración. Le duele ahora, y mucho. Ese misil, pese a perseguirle durante meses sin que él fuese consciente, pretendió esquivarlo. De verdad. O eso dijeron también las palabras. La realidad es que acertó de lleno, pocos trozos de su ser no fueron afectados por la honda del impacto. Se expandió como la gota de lluvia que cae en un lago tranquilo, que no esperaba que nada le despierte, medio adormecido como se encontraba en una paz que desea que dure para siempre. Pero no es así, porque siempre acaban cayendo gotas debido a que siempre hay un cielo que no para de moverse y agitarse sobre él. Así es la naturaleza, no es magnánima con nadie. Como tampoco las palabras dichas por ella temieron introducirse por sus oídos. Querían llegar bien adentro. Y se pasaron de frenada. Durante días apenas podía dejar de imaginar y recrear esas palabras dentro de su mente. Pase VIP a un cine con una única película en cartelera que no quieres ver, pero cuyo director ha decidido retransmitir la misma escena desde todos los ángulos posibles. Y a cámara lenta. Se obliga a tomar medidas con la idea de salvar la mayor parte de si mismo. Respira hondo: sólo hay dos caminos, dos vías. El más sencillo, rápido y fácil lleva al dolor instantáneo y al olvido obligado; el otro duele incluso más: debe auto convencerse de cerrar los ojos ante la película, minimizar lo visto hasta ahora y obligarse a abrirlos nuevamente tratando de ver única y exclusivamente lo que la realidad le muestra. Y eso es el presente, el ahora. El pasado debe quedar último en la carrera hacia la felicidad. Para mayor satisfacción del cubo que cada vez le oprime más, él se da cuenta que cerrar-borrar-abrir los ojos no es lo único que tiene que llevar a cabo, también debe imaginarse a sí mismo pisando cuidadosamente las pisadas que su yo ideal va dejando. Suena fácil dejarse llevar, pero las aristas le recuerdan que no es así. Existen cuatro rastros, cuatro direcciones, y no hay letrero alguno que le indique hacia dónde es mejor encaminarse.

Está asustado.


Ender 

Continuará


miércoles, 23 de mayo de 2012

Echar a volar


Cuando la imaginación se hace con el poder de tu mente, puedes darte por perdido. Tiras cuerdas allá donde vas, tratando de anclarte en el mayor punto posible de apoyos y evitar así que las ideas echen a volar.

Contigo atado a ellas.

Ender