domingo, 27 de septiembre de 2009

Momentos III: Hacer

Cuando consigues hacer sonreír a esa persona a la que llevabas mucho tiempo queriendo hacer sonreír de nuevo.



Ender

jueves, 10 de septiembre de 2009

Río

No era un río cualquiera. Eran curiosos los distintos sentimientos que afloraban entre los perdidos viajeros cuando pasaban por las tierras que alimentaba con su agua. Y es que unos al avistar su curso a lo lejos o escuchar su murmullo todavía sin verlo, quedaban prendidos de él y tardaban horas en proseguir su camino. Otros, sin embargo, nada más divisarlo seguían su viaje sin mirar atrás. Pero una cosa era clara, ese murmullo no dejaba indiferente a nadie. Pero no nos adelantemos, toda historia tiene su final y éste debe ir en su sitio.

Río comenzó siendo un riachuelo venido de muy lejos. Allá por donde pasaba iba saludando al resto de habitantes del bosque, pradera, llanura... Él sólo quería conocer y explorar, cuando algún sitio le gustaba especialmente no dudaba en dividir ligeramente su cauce y llevar un afluente investigando lejos, muy lejos, con la intención de que cuando volviese le contara qué había vivido y experimentado.

Sus preferidos eran los árboles, claro. Sus raíces le hacían cosquillitas cuando llegaban hasta su cauce, tratando de captar las gotas y alimentos necesarios para seguir creciendo. Además había de muchos tipos, aunque bien es cierto que casi siempre los árboles sólo se relacionaban con los que eran iguales a ellos. Formaban pequeños corros que evitaban, por ejemplo, que un alcornoque se mezclara en el mundo de los pinos. ¡No dejaba de sorprenderle! Seguro que el pobre alcornoque podría enseñarles muchas cosas.

Eso sí, decir que todos los árboles se comportaban de modo tan excluyente sería decir que todas las rocas que tenía él en su tripa tenían la misma forma. ¡Para nada! O que estaban hechas de lo mismo. ¡Qué locura! Y es que había zonas, sus preferidas, en las que miles de árboles con distintos tonos de hojas, grosor de tronco y copas de formas dispares compartían sus secretos y sus conocimientos.

Un día, cuando se recreó en esa zona, observando como las ardillas saltaban de rama en rama persiguiéndose sin darse cuenta de la maravilla de la naturaleza que iban dejando atrás en cada salto, un humano apareció y trató de cruzarle. No se atrevía a saltar, y con razón claro, así que se dispuso a buscar algún modo alternativo. Por su cara no parecía que estuviese a gusto allí, necesitaba pasar al otro lado y cuanto más rápido mejor. Ni corto ni perezoso, se acercó a uno de los árboles que estaban justo al borde del agua, y aprovechando que era joven y que estaba creciendo lo dobló hasta sumergirle las hojas en el cauce y saltó apoyándose en una rama sin pensárselo ni un momento.

Malhumorado, Río trató de salpicarle nada más darse cuenta de lo que se proponía. ¡Ojalá se hubiese caído a sus aguas, acabando a cientos de metros de allí y todo empapado! Eso sí que sería una historia que iría contando al día siguiente por donde pasara. Pero el humano saltó y no falló, y tras verle desaparecer entre los setos de la otra orilla Río miró al pobre árbol. Había quedado ladeado con varias ramas dificultando el paso del agua, creándose remolinos que le hacían sonreír.

- ¿Puedo ayudarte, árbol?
- ¿Árbol? Soy más que un árbol, ¡soy un Cerezo! Y sí, ayúdame empujando con tu agua, a ver si entre los dos conseguimos enderezarme un poco.

Lo que pasó a continuación aún causa gran extrañeza en todos los animales a pocas hectáreas de distancia. Río hizo crecer el nivel de agua y empujó levemente a Cerezo, formándose un extraño murmullo jamás escuchado antes por ningún oído de toda la comarca. Pronto hubo ardillas, ciervos, conejos e infinidad de aves, en silencio y muy concentrados todos ellos escuchando esa preciosa melodía. Las hojas de los árboles cercanos transmitieron ese sonido más allá de donde llegaban los afluentes que Río soltó un día, por lo que muchos humanos que pasaban por aquellas tierras se alarmaron a la par que se fascinaron y tardaron apenas un par de días en llegar hasta el punto exacto donde se originaba todo.

Durante meses, Río trató de mantener el nivel de agua como buenamente podía. Le encantaba también a él ese murmullo, y se sentía muy bien formando parte de él. Pero un día, una familia con varios críos fueron a su orilla a pasar el día. Dos de los pequeños aburridos de no hacer nada más que escuchar y escuchar, empezaron a jugar al pilla-pilla. El más rápido se subió en Cerezo y al saltar para esquivar la garra de su hermanita ya fatigada, resbaló y cayó al agua. Río rápido fue a salvarlo suavizando sus aguas hasta la llegada de su padre asustado y preocupado.

Todo fue normal. Río no entendía qué había pasado. Miró a su alrededor y uno a uno los animales se fueron yendo. De pronto se dio cuenta de que el rumor, el murmullo que tanto le gustaba ya no estaba. Asustado buscó a Cerezo, encontrándole ya erguido y lejos de su agua.



Pasaron los años y ya nada fue lo mismo.



Río iba de un lado a otro, sin rumbo fijo. Estaba remontando la corriente, su propia corriente, y no se reconocía. ¡Cuánto le costaba! Hace no mucho tiempo de un brinco hubiese ganado metros y metros, pero ahora cada paso hacia su lugar de nacimiento era un sufrimiento. A su lento paso se fijó en que varios animales de aquella zona del bosque corrían corriente abajo. Tras media hora de ver pasar conejos, ratones y lechuzas se paró dudando sobre si seguir su arduo camino o bajar a cotillear.

Quieto como estaba, decidiendo qué hacer de pronto lo oyó. Se giró lo más rápido que pudo y en pocas zancadas vio a muchísimos animales congregados, y en el centro, un joven de unos 20 años. Le recordaba vagamente a alguien... El chico saltó sobre algo y ganó un par de centímetros, permitiendo a Río reconocerle como aquel niñito que se resbaló sobre él y tuvo que salvar de una muerte segura. ¿Qué haría aquí de nuevo después de tanto tiempo?


Al instante la respuesta llegó a sus oídos. Aunque todavía levemente, el murmullo había vuelto.

Sólo era un eco de lo que había sido.


Ender

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Nueva canción

Así de fácil.



Ender

Preocupado

Hoy me asusté de mi mismo.

Y la ansiedad y la intranquilidad siguen ahí, esperando el momento de volver a saludar con la mano.

Sólo espero que mañana no se asuste mi sombra de mi yo de mañana...



Ender

domingo, 6 de septiembre de 2009

3 días

buscando, paseando, pensando, cantando, susurrando, temiendo, sufriendo, negando, ¿afirmando?, huyendo, queriendo, queriendo, queriendo...


... y todo esto sin querer.


Ender

sábado, 5 de septiembre de 2009

Momentos II: Cantando a oscuras

Vas en el coche escuchando la radio.
Llega un túnel y pierdes la señal.
Sigues tarareando.
Cuando vuelve la claridad, la canción va justo por donde vas cantando.

Ender

jueves, 3 de septiembre de 2009

Las horas en los parques

...pasaban rápido.


Ender

Momentos

Este vídeo me ha hecho tilín.

Nueva sección a la vista: cada vez que experimente uno de esos momentos tan vulgares y normales pero que muestran lo bonita que puede ser la vida... lo compartiré con vosotros.





La lista empieza... ya

- Cuando mi perra ladea la cabeza un poco, como intentando comprender lo que la digo.
A veces parece que lo hace y todo.


Ender