jueves, 30 de julio de 2009

Se va cerrando

Siempre digo que se cuentan con los dedos de una mano, aunque en realidad siempre ha sobrado alguno.

Ahora se cierra más, y este era el más importante, el dedo gordo.

Poco a poco así nos quedaremos, mi puño y yo. Ya no habrá dedos que se agarraren a todo lo que vean, cosiguiendo frenarnos a mi mano y a mí.

Mi puño y yo. Muy bien acompañados.


Ender

sábado, 25 de julio de 2009

Gran modo...

... de terminar un día de mierda.

Gracias.

(Con más mierda)


Ender

Perdón si no hay más entradas. No tengo apenas conexión por encontrarme en tierras vascas, aunque la verdad es que tampoco nada me lleva a escribir ya.
Buen verano para todos.

sábado, 4 de julio de 2009

Hasta con los ojos cerrados



Cuando entro a la habitación lo primero que vio fue una cama con un par de muñecos. Trató de fijar su atención en ellos tratando de recordar en qué antigua serie de televisión salían, pero en seguida la habitación quedó sumida en un sinfín de colores y luces que le cegaron, obligándole a cubrirse los ojos e incluso otras partes de su cuerpo. Tal era la intensidad, que el miedo no se quedaba atrás y también le sumergía en un estado de nerviosismo y exaltación.


Nada se movía. Escuchó una voz. Ender giró la cabeza hacia donde provenía aquél maravilloso sonido, y en ese instantes la luz que antes le cegaba por momentos le hacía sentir como si algo le estallase por dentro. Era horroroso, pero increbile.


Cayó al suelo y durante unos minutos lo único que podía hacer era escuchar aquella voz. Pero poco a poco, únicamente concentrado en tratar de descifrar lo que las palabras trataban de decirle, el dolor remitio levemente hasta unos límites sostenibles. Se levantó a duras penas, agarrándose a un mueble. Al mirar a la luz, al color, a las palabras... ya no sentía nada que no pudiese soportar. O eso creía.


Cuando ya nada le hacía acurrucarse en el suelo tratando de refugiarse, pudo distinguir más de la habitación. Todavía no se atrevía a mirar al origen de todo, pero sí todo lo que lo rodeaba. Parecía un dormitorio más, con varias cosas que en otras circunstancias lo mismo hubiesen llamado su atención pero que como cada vez estaba más cerca (como las palabras le decían que hiciese) salieron de su mente tan rápido que para él todas las paredes estaban desnudas y blancas.


Ender chocó con algo. Miró a sus pies y sus talones estaban pegados a las patas de una silla. Tragó saliba y se giró, sin levantar la vista de sus pies desnudos. La luz salía de aquella silla, estaba seguro, pero ahora podía soportarla. El corazón le latía tan fuerte que temía ahogar las palabras que no habían dejado de sonar desde que entró a la sala.


Reuniendo fuerzas fue subiendo lentamente. Una mesa apareció, y apoyado en él había un precioso y maravilloso espejo. Nada comparado con lo que reflejaba. No existían palabras para expresar lo que sus sentidos estaban captando. Sintio miedo de pronto, y sus rodillas alcanzaron el suelo. ¿Le haría daño? Pero no podía dejar de mirar, ni de escuchar sus palabras. Y sin moverse de allí, sin cambiar de posición ni un músculo de su cuerpo, obedeció cada uno de los deseos que las palabras llevaban a sus oídos. Luego no supo cómo, pero sabe que lo hizo, porque las palabras no dejaban de pedir y pedir. Y aunque hace unos instantes temió por que su corazón luchara con el sonido de aquellas palabras... se dio cuenta de que el espejo y lo que reflejaba eran inmunes a ese "tum tum" tán acelerado.


Pasó el tiempo, él lo notaba, pero dentro de aquella habitación nada cambiaba. La magia seguía girando y haciendo de la suyas. Ender empezó a desear tener parte de esa magia e ideo fantásticos planes para tratar de poder llevarse un poquito en un frasquito. Tanto lo deseaba que no vio que jamás lo conseguiría. Jamás. Hasta que un día, tan abrumado de belleza estaba que tuvo que cerrar los ojos durante unos segundos. Y todo cambió.


La veía. La quería. Jamás lo conseguiría.


Sus dedos dejaron caer el invisible frasquito. Tras días con las rodillas pegadas a las patas de las sillas se sintió muy cansado. Y dolido. Se levantó y sin abrir los ojos salió de la habitación. Alejándose de la luz. Alejándose del espejo. Alejándose de las palabras, dándose cuenta ahora de que por más que escuchó jamás llegaron a sus oídos las que de verdad quería escuchar.


- Vamos, Ender- se dijo.


Ender


Posted by Picasa

miércoles, 1 de julio de 2009

18 segundos

Atención, porque lo que traigo ahora no tiene palabras para describirlo.
Puede que esté influenciado muy mucho por mi estado actual... pero creo que si yo tuviera que hacer un corto... sería exactamente igual a este.
No voy a decir nada del final, sólo una cosa: ya era hora.

El mensaje es claro: varía o siempre acabarás haciendo lo mismo, viviendo lo mismo.
Creo que yo hoy he variado un poco. ¿Salió mal? Puede ser. Pero al menos no me quedé con los brazos cruzados.

Espero que os guste. Yo desde que lo descubrí hace unos 3 días lo he visto ya como 20 veces. Ahora me toca la 21.






Ender

La canción más fea del mundo


Las manos le temblaban. Intentaba concentrarse en su tarea, pero el saberse tan cerca de su gente y caminar en la dirección opuesta le supuso un difícil reto. Los dedos no respondían todo lo bien que deberían, pero no por ello el resto de músculos dejaron de esforzarse para escribir lo que tenía que escribir. Una profunda respiración le permitió darse cuenta del frío que reinaba en la zona en la que se había escondido.

¿Escondido?

Él mismo se sorprendía de lo que descubría mientras se iba calmando, mientras las extremidades superiores volvían a maximizar sus movimientos en la a priori fácil empresa de expresar el torbellino de sentimientos que recorrían sus pensamientos. La cristalera deja pasar la luz justa para poder ver la irregularidad de su letra. Detestaba ver que algo que tenía asimilado desde su infancia podía ser deteriorado por personas a las que consideraba algo más que personas. Mucho más a las que no considera, claro. No le gustaba sentir que no era dueño de todas sus funciones. Borró una y otra vez varias palabras buscando la que mejor describiese el verdadero ánimo que albergaba sin desearlo. Tenía la esperanza de poder remitirlo sin modificar sus pensamientos racionales que tan bien le guiaron durante las últimas semanas.

¿Poco efectivo?

Puede pensarse que sí, que solamente por haber estado parado a pocos pasos de lo que llevaba reprimiendo todo este tiempo le hace más débil y menos dueño de sus actos. Menos racional. Pero no le importa cómo puede verse desde fuera. Él considera que ha sido la prueba de fuego, no haber avanzado hacia allí le recordará que una vez pudo ser fuerte, pudo frenar la tentación y poder seguir así lo que de verdad quería.

Y si una vez pudo, ¿por qué no otra?

Pero sabe que aunque ha ganado esta batalla la guerra sigue abierta, sin terminar de finalizar. Aún falta para poder declarar a un bando campeón definitivo de esta larga lucha, pero ahora no se imagina ninguna bandera blanca izada en el medio del campo. O al menos no por él.
Sus manos vuelven a pertenecerle. Los dedos fallan, pero del modo habitual por lo que no hay nada de lo que preocuparse. Se restrega los ojos apoyando los codos en las rodillas. La cristalera sigue dejando entrar la misma claridad, pero ahora ve coches amarillos y sonríe. Y un autobús, amarillo también. Se siente solo, se siente bien. Está ahora junto a las personas con las que de verdad se siente cómodo y a gusto. A su izquierda una anciana cansada de luchar ojea una revista municipal. A su derecha un joven con los oídos retumbando con guitarras y chillonas voces juega con una consola portátil.

¿Se puede querer algo más? 
Con mucho menos otros son felices, o al menos no tan infelices.

Funciona por fin y suena la canción. ¡Por fin! Ahora sí que se puede pedir poco más. Escucha buscando más coches amarillos. Y autobuses. Pero se para al minuto y cuatro segundos y para él también y se da cuenta que en todo ese tiempo no ha pasado ninguna sombra amarilla.
Ese minuto y cuatro segundos le supo a poco, trata de buscar la razón por la que sin funcionar… funcionó permitiéndole un momento de distracción la canción más fea del mundo. Acepta no encontrar la causa, será que a veces no se puede tener todo.

No digamos ya sombras amarillas.




Ender

Al contrario que en la otra entrada que acabo de actualizar (De pobre nada) en esta sí sé la razón por la que empecé a escribir. Lo que desconozco, aunque sé a la perfección, es por qué terminé así.
Pero cuando las cosas pasan de este modo, cuando un pensamiento acaba en otro totalmente distinto... Ni podemos correr a enterrar nuestras caras en su ropa ni podemos abrazar tan fuerte al otro como para convencerle de que no se vaya nunca jamás.
Y menos cuando ya se sabe que será que en esta vida no podemos tener todo.
Aunque únicamente queramos un trozito.