jueves, 9 de abril de 2009

Cruce de huellas

"...vivo en la carretera, mirando siempre hacia el sur..." (M. Ríos)

Las carreteras son elementos de unión entre un punto A y otro llamado B. Dichos puntos podrían unirse de infinidad de modos, pero cada uno de nosotros seguimos una carretera, un camino hacia nuestro punto B.

Muchas veces, pese a tener distintos puntos de llegada, varias carreteras de varias personas se cruzan momentaneamente o, incluso, conviven durante varios kilómetros. A priori podemos pensar que somos libres de escoger quién comparte viaje con nosotros y por cuánto tiempo, además. Pero nada más lejos de la realidad: los metros recorridos pesan.

Podemos cambiarnos de carril, podemos incluso reducirlos para así estrechar nuestro espacio vital y lograr por fin continuar el viaje en soledad o en menor multitud. Podemos forzar a que nuestros compañeros cojan una salida hacia una carretera secundaria y alejarlos así de nuestra carretera principal. Una carretera que nos guiará a través de momentos, canciones, experiencias, caídas, algún atasco que otro... e incluso accidentes.

Pero un viaje no es sólo la cantidad de kilómetros que quedan hasta llegar al final. Un viaje, sobre todo, son los kilómetros recorridos que dejamos a nuestra espalda. Esos metros condicionarán muchísima parte del viaje restante, llevándonos algunas a veces a incluso cambiar de carretera o de medio de transporte. Cuando echamos un vistazo para atrás pasan desapercibidas todas las vivencias experimentadas y sufridas, aunque pensemos que somos conscientes de ello. Por más que miremos y nos preguntemos a nosotros mismos por qué hicimos una cosa u otra o por qué tomamos esa decisión y no una diferente sólo veremos, en el mejor de los casos, cómo fue modificada la carretera y así quizás aprender para futuros situaciones semejantes. Sí, quizás.

Hay momentos mágicos en los que una leve nieve recubre todo el camino recorrido. ¡Ay la cantidad de cosas que quedan al descubierto! Vemos el recorrido exacto que dejamos en nuestra carretera, por dónde pasamos, en qué lugar tropezamos e incluso el momento en el que tuvimos que parar un segundo a coger aire. Pero también vemos las huellas de las personas que nos acompañaron. Podemos medir el tiempo y distancia recorrida bajo su compañía, cómo afectó su llegada-partida en nuestra propia huella, si la entorpecieron o por el contrario la hicieron más fuerte y segura.

Mi pregunta es, ¿podemos ayudarnos de eso? Hay veces que por suerte llegó la nieve, miré por encima del hombro y vi mi historia. Estaba mi huella clara en muchos sitios, en otros parecía que no había carriles suficientes para acoger mis "eses" y en otros muchos era tan débil que dudaba si era la mezcla de varias huellas o simplemente la mía había desaparecido.

A mí me gustaba el invierno, pero ya no sé si quiero que nieve más.
Ahora sólo deseo que llegue el verano y escapar.


Ender


La imagen fue sacada en Alcobendas en la última nevada

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3 comentarios:

  1. Ag! Odio el verano! Asfalto caliente, ojos semicerrados por la luminosidad, gasto de energía extra en aire acondicionado y prisas por volver a un refugio q te libere de esa pesadez, y gente, gente por todas partes... No, es mejor el invierno :)

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  2. Opino como tú, el invierno es de las estaciones más mágicas. Pero hay veces que se necesita huir de la magia para simplemente... descrubrir.
    Y descubrir cosas nuevas muchas veces lleva a casi-olvidar otras.

    Muchas gracias por tus aportes ;)

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  3. Simplemente, me encanta! A veces necesitamos viajar solos, otras acompañados... Aún otras que deberíamos hacerlo solos y no podemos, y otras que necesitamos el soporte de otros viajeros y nos encontramos solos. Y con todo lo viajado, con todos los "kilómetros a la espalda", vamos aprendiendo. Lo importante no es la meta, sino el viaje que se realiza, y lo que se adquiere, se experiencia (al fin y al cabo, las metas son sólo tránsitos hacia nuevas metas).
    Yo, sin embargo, prefiero el invierno. Aunque algunas veces sólo deseamos huir, olvidar, a la larga nos daremos cuenta de que esas experiencias forman parte de nosotros; que de hecho, nosotros somos esas experiencias. Por muy dolorosas que sean las huellas en la nieve, la solución no es olvidar, sino superar...

    Un saludo!

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