jueves, 4 de junio de 2009

...ese pequeño hueco del doblez


- ¿Recuerdas lo que aprendimos ayer, verdad? Adelante, comienza a leer.

Desvió la mirada hacia los pupitres que tenía delante, veintiún pares de orejas iban a escuchar su historia. Bueno, más la profesora. No sabía muy bien qué le imponía más…
Cerró los ojos y comenzó a recitar. Había reescrito tantas veces el principio que se lo sabía de memoria:



- … y así, gracias a una simple y pequeña arruga, pudo apreciar mejor su belleza y toda su historia… FIN. ¿Bueno, qué te parece?
- Pues… bien, es una historia muy… bonita
- ¿Bonita? Me da a mí que no te has enterado de nada, ¿eh pequeño? Jajaja. Bonita dice…
- Bueno, ¡quizás si no hubieses liado tanto las cosas desde el principio el resto de las personas del mundo te entenderíamos mejor!- dijo alejándose refunfuñando.
- ¡Espera, cabeza de chorlito! Empezaré de nuevo y lo haré todo más simple, ¿de acuerdo? Sí, sí, cierra esa boca tan grande que tienes, te lo he dicho mil veces, sonreír tanto hará que te confundan con un buzón. Y ahora siéntate, que voy a contarte de nuevo mi historia favorita. Ejem ejem…

Para ella, era su punto de referencia. De todo, claro. Si cerraba los ojos, movía la cabeza hasta casi marearse, y los volvía a abrir, el único modo de saber qué era allí y qué ahí, era buscando ese diminuto punto de luz. Cierto que hace mucho tiempo ese punto era mucho más grande, cada año que pasaba ella crecía y el punto se volvía más puntito. Y no lo entendía, ¿no se acercaba cada vez más a él? Por mucho tiempo esos pensamientos nublaron su cabeza.

- ¿Será mi culpa que sea cada vez más pequeño? Quizás si me tumbo y me alejo de él…

Y se tumbaba, y parecía que el puntito volvía a ser un poco más punto e iluminaba un poco más todo lo que la rodeaba. Eso era lo que más le gustaba del punto de luz. No tanto el guiarse gracias a él, sino que si abría mucho los ojos podía distinguir la silueta de lo que estaba a su alrededor. Pero cuando estaba tumbada, encogida sobre sí misma, sólo podía ver justamente lo que quedaba delante de ella… Y la verdad es que la cansaba siempre intentar adivinar qué había ahí, recurriendo sólo a los pequeños rayos de luz que rebotaban sobre unas líneas difuminadas sin remedio. Se aburría, y giraba un poco la cabeza, intentando ver más allá. ¡Pero ay! Esa postura tan rara acababa por entumecer partes de su cuerpo y al final tenía que erguirse, volviendo todo a la penumbra. Acababa acostumbrándose, pero más de una vez echó de menos el tumbarse para ver más.

Como la oscuridad reinaba no podía hacer gran cosa. Su pasatiempo favorito era inventar historias, y mientras lo hacía se imaginaba todos los personajes en su cabeza. Había una que le gustaba especialmente, y cada vez que la repetía iba cambiando algunos pasajes, pensando las formas nuevas en las que evolucionarían los protagonistas. Se podía pasar así horas.

Un día, mientras revivía su historia favorita algo pasó. Al principio pensaba que era producto de su imaginación, que había llegado demasiado lejos exprimiéndola en nuevos modos de fastidiar a los sufridores de sus historias. Pero en seguida se fijó en que el punto había desaparecido, oculto por otra luz que iba creciendo y creciendo. Ésta no tenía nada que ver con su reconfortante puntito. La cegaba y sumergía en una ola de terror inmensa, sensación que jamás había experimentado antes. No podía moverse, eso era evidente. Nunca anteriormente, desde que tenía conciencia se había desplazado a otro sitio. Siempre anclada en el mismo punto, estaba destinada a sólo girar y flexionarse sobre sí misma. En ese momento deseó poder hacer como alguno de sus protagonistas: darse la vuelta y salir corriendo sin mirar atrás. Pero aunque pudiese hacerlo era una soberana tontería ya que la luz que tanto miedo la daba ahora la iba rodeando en una delgada línea que iba ensanchándose desde el punto donde parecía haber nacido. Cómo única defensa, se tapó lo que para ella era su cara tratando así tanto de evitar la luz como de ver lo que había más allá de ella.

El tiempo pasó y pese a que la claridad era absoluta no ocurrió nada. Nada. Y por más que esperó todo siguió igual. Respiró profundamente y se descubrió con el fin de hacer frente a lo que fuese a aparecer. Tenía una coraza invisible que la protegería ante todo… o eso quería pensar.

Cuando sus ojos se acostumbraron levemente a la luz lo primero que vio fueron unos labios. Sabía que eran labios porque sus personajes, los de sus historias, tenían. Y estaban sonriendo, además. Un poco más arriba un par de ojos también la sonreían. Al principio volvió a desconfiar: ¿no será todo esto otra mala pasada de su imaginación? ¿Qué hacían esos labios y esos ojos flotando en el aire, contemplándola con una media sonrisa? Pero en seguida, cuando la luz cegadora dejó de molestarla lo más mínimo, vio que no flotaban sino que pertenecían a una cara, de un chico más exactamente.

Durante días esos ojos y labios no cesaron de mirarla. Ella intentó no prestarles atención, sólo los volvía a mirar cuando se alejaba de su lado por unos minutos. Mientras tanto, se dedicaba a observar lo que la rodeaba: una guitarra, muchos libros, un ordenador, un móvil… Pero al final siempre acababa desviando su atención al joven que prácticamente estaba siempre ahí. Los primeros días se sentía incómoda. Se fue acostumbrando poco a poco, hasta que un día cambió todo.

- Madre mía, ¿no te cansas de mirarla?
- Al revés… cada vez creo que me dejo más cosas por ver…

El shock fue inmenso. En sus historias había ojos, labios, guitarras, libros… sí. Todo eso y más. ¡Pero nunca había sonido! ¡Ni palabras! Cuando escuchó a los nuevos ojos y labios la sorpresa fue máxima, pero cuando los que sólo se centraban en ella también emitieron aquella magia nueva sintió que algo cambió en su interior. Más tarde, cuando pudo recuperarse de la conmoción, analizó la conversación palabra por palabra y acabó más enamorada aún. Pero al principio únicamente el sonido de su voz consiguió que el resto de la habitación pasase a un segundo plano.



Ahora lo que la cegaba ya no era ninguna luz.
Ahora ya sabía que no era ninguna de sus historias.
Era mucho mejor.



El tiempo pasó y ella sólo tenía ojos para él. Cierto es que cada vez sus ojos la miraban mucho menos, pero no la importaba. ¡Ahora le veía ella a él! Y le veía no parado ante ella como antes, sino por toda la habitación haciendo uso de todos los utensilios que analizó los primeros días. ¡Era increíble! Un día sonó su móvil.

- ¿Si? ¿Mañana lo tendré en mi casa? ¡Perfecto!

Y al día siguiente volvió la oscuridad. El joven abrió un par de armarios buscando algo, y una vez lo encontró fue hacia ella y extendió la conocida tela con su conocido agujerito. Antes de poder respirar de nuevo por culpa de la sorpresa notó como la movían a otra parte de la habitación, pegada a una pared que podía ver gracias a un mal doblez de la tela que volvía a ser su prisión.

- ¿Y la flor?
- Sigue dentro de su urna, la volví a cubrir. Es muy bonita, pero supongo que ya no es como los primeros días.

Ahora... Ahora no sólo sabía qué era ella y qué había estado haciendo todo este tiempo en la oscuridad. Ahora intuía qué era aquel puntito de luz, qué eran esas líneas que se adivinaban si conseguía tumbarse ligeramente. Ahora… no comprendía nada. Sólo sabía que quería que esos ojos y esos labios volviesen a sonreírla como, ahora estaba segura, fueron los mejores de su corta e inexperta vida.“

-…FIN. A ver, ¿entendiste todo? Evidentemente la he simplificado muchísimo, es bastante más compleja. Y también he ido muy rápido, pero creo que la idea está recogida bien, ¿no? ¿Qué te parece ahora? – dijo tras acabar de narrarle la historia a su hermano.
- Pues… ahora no me parece una historia nada bonita, la verdad.
- Ay, pequeño… De nuevo demuestras que no te has enterado de nada…




- ¿Termina así? – poco duró el silencio tras las últimas palabras de la historia. El muchacho buscó aquella voz.
- Esta primera parte sí, pero supongo que habrá continuación.
- ¿Qué hará ella? ¿Seguirá esperando a que el chico la vuelva a hacer caso?
- Todo pende de un hilo, la verdad es que eso está sólo en su mano.
- ¿Y qué flor era, Alai?- preguntó una niña de las primeras filas.
- Bueno… una rosa, aunque eso no es lo más impor… - no le dejaron terminar.
- Uff, ¿un poco típico lo de la rosa, no?
- Sí, bueno. Pero como quería decir, que sea una rosa no es lo importante, no es lo que la hace especial…
- ¿No? ¿Entonces qué es?

Miró hacia abajo, buscando las palabras exactas.

- Lo que la hace especial… es que sé que yo siempre me fascinaría, siempre estaría ahí sin parar de mirarla, de escucharla, de prestarla atención. Aunque sólo me dejasen ese pequeño hueco del doblez de la tela mal puesta.

Se giró hacia su profesora. Había estado todo el rato en silencio, tomando notas muy atenta hasta que a mitad de la historia se limitó a mirarle.


- Acabó la clase por hoy, niños. Alai… muchas gracias.




Ender



<span class=

6 comentarios:

  1. No sé si se entiende todo lo bien que me gustaría... Ni si quiera quizá la rosa lo entienda.

    Pero si véis algo mejorable comentadlo. Me vendrá a mí bien... y a la rosa, por supuesto.

    ResponderEliminar
  2. Ummm, yo creo haberlo entendido :)

    Es preciosa, espero que el amor de la flor no se marchite, aunque el chico de la guitarra no se lo merezca. Quizás Alai pueda sacarla de ahí, crees q me escuchará si se lo pido?

    ResponderEliminar
  3. Alai estaría encantado, eso seguro. Pídeselo ;)
    Pero como bien dice él, la rosa es la que decide.

    Yo creo que no se marchitará, pero espero que el de la guitarra sí se marchite ;) Y ya de paso el amor que siente por él ^^

    ResponderEliminar
  4. Me dejas sin palabras, no sé como pero así me quedo :)

    No se marchitará porque EN EL FONDO está muy claro que el de la guitarra es el único que está marchitado (y mucho antes que nadie) Sí, en el fondo... que como es el fondo pues a veces cuesta verlo...


    Muy grande la historia, muy grandes las palabras

    ResponderEliminar
  5. Entonces Alai no hace mucha falta... Supongo que habrá que alegrarse, no?

    Bueno, quizás sólo para contar lo que ocurra con la rosa próximamente.

    ResponderEliminar
  6. Curioso... Alai sólo pensaba sobre la continuación. Pero ni él, que se había inventado la historia, sabía que la rosa escondía más pasado del que parecía tener.

    Y le asusta.

    Lo mejor era no haberse inventado nada me dijo...

    ResponderEliminar